Informe de lectura: 第2図書係補佐 («Auxiliar de ayudante de biblioteca»), de Naoki Matayoshi

Alguna vez he tratado en mis redes la necesidad de importar la literatura de Naoki Matayoshi al mercado hispanohablante, porque creo que es una mirada interesante que se aleja significativamente de la literatura healing que copa la mayor parte de las ventas a día de hoy. En el pódcast Está por Leer explican este fenómeno, que aunque en sí no tiene nada de malo y aporta lecturas amenas, da la sensación de que empieza a saturar la porción de las estanterías designada para la literatura japonesa (aunque es una impresión que únicamente va guiada por la tontería que lleve encima en el momento de repasar las novedades de turno). Pues bien, después de mucha expectación por mi parte con este autor, finalmente nos llegó en 2024 con Érase una vez un libro (Penguin Random House, trad. Marina Bornas). Aunque no es la primera obra de Matayoshi que hubiera escogido para una traducción, lo cierto es que es un trabajo bastante logrado y fiel a la edición original, y por lo visto ha ido acompañado de buenas ventas, porque está siempre presente en las librerías a las que voy. Dicho esto, quien quiera un desglose más detallado sobre quién es este autor y qué obras encajarían mejor en este mercado, que sepa que en esta página web hay un formulario de contacto por el que responderé de mil amores a cualquier consulta/informe de lectura/propuesta de traducción.

Comparación entre la edición española (izq.) y la edición japonesa (dcha.)

              Total, que hace poco decidí leer algo más de Matayoshi en su vertiente autobiográfica porque también ha publicado varios libros de conversaciones, entrevistas y demás acercamientos a su persona. En este que trato aquí, «Auxiliar de ayudante de biblioteca» (traducción propia no vinculante), Matayoshi habla de algunos de sus libros favoritos a lo largo de 250 páginas, pero solo lo hace muy ligeramente; en realidad, al más puro estilo Slumdog Millionaire, cada libro recomendado va acompañado por una anécdota de la vida personal del autor, que puede estar relacionada directamente con la obra tratada, de forma más circunstancial con el autor de la misma o sencillamente compartan una misma temática.

              La mayoría de los libros solamente están disponibles en Japón, aunque algunos son más reconocibles: Los chicos de las taquillas, de Ryu Murakami (Ediciones Escalera, trad. Pilar Álvarez); Kitchen de Banana Yoshimoto (Tusquets, trad. Jun’ichi Matsuura, Lourdes Porta) o La esposa de Villon, de Osamu Dazai (publicado en Ocho escenas de Tokio, Sajalín, trad. Yoko Ogihara, Fernando Cordobés). «Auxiliar de ayudante de biblioteca» es una de esas obras que probablemente nunca veremos oficialmente en español, porque 1.º, no deja de ser un recopilatorio centrado en libros sin traducir, 2.º, está escrito por un autor cuya prolífica obra contiene trabajos más prioritarios y 3.º, porque incluso en el hipotético de que los +40 libros de esta antología estuvieran publicados y Matayoshi fuera el nuevo Murakami en término de ventas, traducir esta obra sería como rascar del fondo de la cazuela y compensaría más explorar sus otras facetas de cómico, actor, columnista e incluso YouTuber. Ahora bien, eso no significa que conceptualmente no merezca la pena de leer, porque esa es una cuestión distinta. Será mejor que lo explique citando un par de ejemplos.

              Aquí el primero: サッカーという名の神様 (Sakka to iu Na no Kamisama, lit. «Dioses de aquello que llamamos fútbol»), de Atsushi Kondo, un libro publicado en 2006 e inédito en español, pero cuya temática se presupone por el título. Matayoshi aprovecha este trabajo para hablarnos de su infancia y su relación con el deporte; para empezar, confiesa que se unió al club de fútbol de su colegio con 8 o 9 años únicamente porque “quería molar más”. No obstante, pronto se da de bruces con una realidad que hasta entonces le era ajena: mientras que sus compañeros van a entrenar con chándales y zapatos de marca, Matayoshi va con ropa de prestado; si sus compañeros llevan botellas de aluminio con bebidas isotónicas, nuestro autor va con una botella de plástico llena de agua del grifo. Todo esto, sumado a que es un completo novato del deporte y hace el ridículo en su primer partidillo al agarrar la pelota con las manos cuando le viene alta sin ser portero, marcan una clara antipatía por parte del niño por todo lo que tenga que ver con el fútbol. Así, acaba haciendo pellas y deja de acudir a los entrenamientos del equipo.

              Sin embargo, como él mismo cuenta, se da una casualidad para que esto cambie por completo. En casa de los Matayoshi, como en otros tantos hogares, lo que se ve por la tele es lo que dicte el cabeza de familia. Matayoshi padre era un hombre futbolero, así que en el salón estaba puesta doña Copa Mundial de Fútbol de Italia de 1990. Fue uno de los partidos, la final entre Argentina y Alemania Federal, lo que marcó profundamente al pequeño Naoki: en concreto, el ver a Diego Maradona y Lothar Matthäus, dos jugadores excepcionales que sabían jugar con la zurda («a pierna cambiada»). Al niño se le metió entre ceja y ceja que quería jugar así y jugar bien: volvió a los entrenamientos (para sorpresa de sus compañeros), insistió en jugar con la izquierda pese a que se le daba fatal (para frustración de sus compañeros), hasta acabar dominándola, lo que le valió jugar de titular en la banda izquierda, aunque más adelante esto le traería sus propias frustraciones.

              Al final de toda esta anécdota, contada con más gracia y más en detalle en el libro, Matayoshi añade una breve reseña sobre la obra de Atsushi Kondo: «se trata de un libro de carácter ensayístico acompañado de fotografías sobre el fútbol, que inspira a quien recorre sus páginas a dar de patadas a un balón, a hacer una finta y echar a correr; a hacer que las redes de la portería se agiten con fuerza. A parar un disparo, también, con la cara por delante. A que te brote la sangre de la nariz. Porque hasta para alguien tan cobardica como yo, eso es lo que le inspiran los dioses de aquello que llamamos fútbol».

              ¿Por qué tantas vueltas para una reseña de apenas tres o cuatro líneas? Porque como explica Matayoshi en el prólogo, no es crítico literario ni por formación ni por habilidad, con lo que considera una falta de respeto sentar cátedra sobre las obras recogidas en su antología. Es algo que quiere reflejar con el propio título: «Auxiliar de ayudante de biblioteca»; no se ve a la altura de los conocimientos de un bibliotecario, ni tampoco de los de un asistente, sino de algo más velado, algo más recogido que seguramente ni exista en el mundo real. En su lugar, promete la sinceridad propia de alguien que ha leído estos libros y los ha disfrutado por una razón u otra.

              Otro ejemplo, más personal todavía: 杳子・妻隠 (Yōko, tsumagomi), de Yoshikichi Furui. El capítulo empieza con Matayoshi confesando que en ocasiones sufre episodios depresivos: primero, nos cuenta uno en el que lleva tres días encerrado en su habitación y cae en la cuenta de que no ha pronunciado una sola palabra, así que para asegurarse de que no ha perdido la voz, decide entonar algo, lo que sea, pero solo alcanza a pronunciar un “Aaah” quejumbroso. A partir de ahí, entra en espiral sobre que si fuera a morirse en su habitación, nadie se percataría de lo ocurrido, con lo que toma la decisión de dar paseos de noche para evitar que se dé el caso, pero procurando siempre no tratar con otras personas.

              La anécdota en sí comienza un día de agosto, cuando a la vuelta de su trabajo le agobia la idea de montar en tren y decide volver a pie, pero acaba en Harajuku. Acaba entrando en una tienda de ropa, y aunque enseguida se arrepiente de ello, el bochorno de salir con las manos vacías le supera y decide comprarse la camisa más barata que encuentra. Al salir del local, ve cómo del árbol que hay enfrente de un santuario cae una única fruta. «¡Ah!», piensa para sí, «Pero si aún no se ha acabado el verano, ¿y ya se cae la fruta?». Contento por haber sido testigo de algo peculiar, se la queda mirando durante un rato, y aunque la mayoría de la gente pasa de largo sin prestar atención al asunto, Matayoshi se fija en una mujer joven que también se ha quedado embobada con el momento de la caída. He ahí que este nota cómo le da un vuelco el corazón y su mente se acelera, con una sensación instintiva de que esa mujer puede entenderlo de verdad pese a que no es más que un desconocido. Pese a esa alocada idea, el autor es una persona cuerda dentro de lo que cabe: entiende que no puede acercarse a entablar conversación con ella, precisamente porque son dos personas sin relación alguna, pero tampoco sabe qué hacer con esos sentimientos que bullen en su interior. La mujer ve a Matayoshi y decide cruzar la carretera para marcharse de allí, pero este se ve impulsado como por una fuerza mayor a seguirla también, y después de una narración acelerada de mucho preguntarse qué narices está haciendo, Matayoshi la alcanza y solo alcanza a decir:

—¿Puedes quedar mañana?
—¿Quién es usted? —La mujer lo mira visiblemente asustada.
—¿Puedes quedar mañana?
—¿Quién es usted? ¿Cómo que mañana?
—Mejor mañana, porque hoy hace calor y mañana hará más fresco, así que será mejor. —Matayoshi es consciente en todo momento de que está soltando una sarta sinsentidos.
—Me está asustando, y además, no pienso quedar con un desconocido.
—Lo digo porque hace calor, y…, perdón, es que… quería invitarte a tomar algo refrescante, pero…, antes he ido a una tienda de ropa de segunda mano…, y ya no me queda dinero, así que nada…, perdón por las molestias.
—¿Qué dices? —La chica se rio levemente.
—Ni yo mismo lo sé.
Finalmente acuerdan que sea ella quien lo invite a un café helado.
—Al principio creía que me ibas a matar. Lo he pasado fatal —le confiesa ella.

              De aquella interacción tan incómodamente invasiva surge una relación íntima con la que, a los dos meses, pasan a estar juntos la mayor parte del tiempo. No seré yo quien destripe cómo acaba todo, pero la recomendación del libro en sí viene dada por ella, quien le da una copia a Matayoshi:
              —Será que soy cortita, pero no acabo de entender este libro. Eso sí, seguro que a ti te entusiasma, que es muy de tu cuerda.

              Y ya está. Ni siquiera hay una reseña del libro en sí, porque para describir sus matices y éxitos ya hay otras tantas personas que —a su juicio— lo harán bastante mejor, pero el componente afectivo queda más que claro. Es un recuerdo de una relación y a veces eso es lo único que importa.

              Para acabar, al final de las anécdotas se recoge una entrevista que lleva a cabo con Fuminori Nakamura, de quien tenemos varias obras en castellano, como En una noche de melancolía (Satori, trad. Rumi Sato), El ladrón (Quaterni, trad. Raquel Muñoz) o más recientemente Nawashi: El maestro de la cuerda (Quaterni, trad. Laura Beatrice Stetco). Nakamura hace inicialmente de entrevistador de Matayoshi y tratan algunas cuestiones bastante interesantes, como la introducción de Matayoshi a la literatura pura (con トロッコ, «Furgón», traducción de Manuel Cisneros disponible aquí, con una introducción en Kappa Bunko aquí), lo que dio pie a que se interesara por Osamu Dazai y empezara por su célebre Indigno de ser humano. Hablan del sistema educativo, de las lecturas recomendadas, de otros autores y cómo componen el corpus de lo que se considera la literatura japonesa, todo ello entrelazado con la vida personal de ambos autores y la inocencia de sus acercamientos a cada obra (con confesiones tipo «Indigno de ser humano me llamó en un primer momento porque leí el título y sentía que me describía tal cual», o con argumentos algo más elaborados como «me interesó la literatura cuando me percaté de que las ideas y los sentimientos tan extraños y tan concretos que pasaban por mi mente también los habían vivido otras personas, cuya habilidad les permitía expresarlos con una nitidez que no estaba a mi alcance y con la que, aun así, me identificaba». 

              Ficha de la obra:
              Título: 第2図書係補佐 (Dai-ni Toshogakari Hosa)
              Autor: Naoki Matayoshi
              Editorial: Gendousha Yoshimoto Bungo
              Año de publicación: 2011

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